jueves, 8 de mayo de 2008

Proyecto 35: X...2000

Yo siempre dije que no tenía nada en la vida, excepto mis libros. Cuando me cambié de casa y ví las cincuenta y un cajas de huevo llenas de libros y unas 20 de revistas, discos y pelis me dí cuenta que en realidad tenía muchas cosas materiales en la vida...
Rodrigo Bazán, el Rabí Bonfil pa´ los cuadernos,
hace unos años al contarme de su -entonces- última mudanza







Tras el telefonazo en el que inició el proceso para dejar de ser el TU, de nuestra vida para metamorfosearme en el inefable USTED de la vida que empezaban debí tomar una decisión. La ausencia que tu trabajo imponía aquella ocasión era de una semana, me tomé las siguientes cuarenta y ocho horas para sufrir mi dolor debidamente. No dormir, ver mucho porno por el canal de cable que supuestamente no teníamos contratado y llorar en medio de una descomunal borrachera.


Cuando suceden hechos importantes, trascendentales, no se les pueden asir como un libro o un mechón de cabello. Por eso no se entienden las cosas cuando se viven, sino hasta mucho tiempo después de que sucedieron, los mismos arranques y las emociones que se viven son absolutos, cegadores, como la ignorancia de lo que le sucede a uno en cada momento preciso que camina sin tener en cuenta el movimiento de los propios músculos. El velo de razón y prudencia que usamos como ropa diaria queda tirado en el piso arrancado de nuestra vida de un solo movimiento, tal y como nos arrancamos la tela real en el momento que decidimos que el sexo es cosa de animales racionales, como la ropa de ustedes dos en los hoteles de Europa compartidos en esos días.


Al terminar esos dos días no sabía en realidad que seguía, el sentimiento que me inundaba se parecía al aturdimiento que queda tras chocar de frente con un muro de concreto que un segundo atrás no se encontraba en su trayecto . La cruda del sexo televisivo y el mal tequila me ayudaba a anestesiar el dolor al tiempo pero embotaba aún mas mi capacidad para tomar un curso razonable de acción. Así que al no poder aferrarme a algo tangible -tu pelo, olor y sexo estaban lejos en manos de otro- decidí lo que haría. Y decidí que no había marcha atrás.


Ese momento no me dí cuenta que la importancia no estaba en decidir sino en lo que seguiría de ese punto. No mas noches de dos o tres horas de sexo aderezado con tus humores alcoholizados donde dabas rienda suelta al animal que tu buena educación siempre tenía a raya, resultado: el sexo adictivo que me amarraba a ti se terminaba; no mas esperas sin saber en realidad dónde estabas y cuando volverías, resultado: mi ansiedad y mi dolor irían disminuyendo cada día ; no más presiones tuyas para que nos casaramos aunque los dos estábamos de acuerdo en el exceso de diferencias y la falta de terrenos comunes, resultado: ; no mas discusiones por mis supuesta infidelidades cuando las tuyas eran eran cínicamente públicas para hacerme reaccionar; no mas esperanzas para nosotros.

Cada uno de estos puntos me llevó sin remedio a la camioneta negra donde metí todas las posesiones fisicas que tenía, todas las que mi estado alterado me permitó recordar y encontrar en la casona que fuera nuestra casa. El proceso de encontrar ese vehículo también fue muy extraño, ya que yo no tenía ninguno al que echar mano. Tras bañarme y salir de la casa fuí al departamento de la gata Higuera, mi hermana, y le pedí la camioneta para hacerlo.

Y me fui definitivamente...

IX...1982

Fue a los diez años, en cuarto de primaria para ser exacto, que subí al podium por primera vez. Un podium en donde estaban pintados con pintura chafa los proverbiales numeros -1,2,3-, hecho de madera despostillada y que parecía que se desarmaría en cualquier momento comn nostros encima, pero era podium de vencedores al fin del día.


Fue en la final de la ciudad de México del campeonato de atletismo de los 75 metros planos en categoría infantil. Fue mi primera medalla, de oro, a la que continuaron unas cuantas decenas más en compatencias logradas en finales de zona, prenacionales y nacionales hasta que renuncié a la pista por los años veinte de mi vida.

Lo que me marcó es que en esa ocasión supe que no me gustaba tanto estar ahí arriba, por que eso significaba dejjar atrás a muchas personas derrotadas...y tarde o temprano yo sería una de ellas.

Ahora el triunfo es relativo, se mide más bajo la luza de mis estándares que en lso de una escalera de mader mal construida deonde pintan los tres primeros numeros primos.
Pero la pista sigue ahí, tentando....