lunes, 27 de agosto de 2007

miércoles, 22 de agosto de 2007

I´m your man

Perdón aun no sé como subir el video directamente, pero ya lo corregiré...disfruten.

http://www.youtube.com/watch?v=tlXVL6nQDfI

martes, 21 de agosto de 2007

V...






El calor de Monterrey ese verano era asqueroso. La piel húmeda hacía que se te pegara la playera al cuerpo si te refugiabas en la sombra y que se levantara vapor de tu piel tan pronto como transpirabas, Algo que resultaba sofocante. En cambio si te encontrabas bajo el sol no alcanzaba a humedecerse por lo rápido que desaparecía tu propio sudor. Por esta razon la Psycho girlfriend y yo, que al momento prácticamente viviamos dentro de mi casa aunque cada quién tuviera su depa de estudiantes, tomamos la única decisión posible en dichas circunstancias y nos encontrábamos bajo el aire del ventilador de mi cuarto en un estado que recordaría la postura de una Iguana en una ruina maya, incluyendo la misma expresión en el rostro y el color verde grisáceo del reptil.


Las amistades tiene las formas más raras de surgir y a veces lo hacen a pesar de nuestra intención inicial de lo contrario. Y fue en ese momento de total estupidización debida al calor que conocí al dark vate de Córdoba, el buen Món. Yo aún tenía esa clara y precisa sensación que nos ataca a todos cuando somos escuincles mentales de que somos especiales al grado de que nadie, NADIE, tiene los mismos gustos o conocimientos que nosotros. Y en el paquete de vanidad cuasi adolescente se incluía una férrea actitud en la que siempre debía demostrar que quién tenía los más extraordinario, lo mejor y lo más de vanguardista era yo. Un ejemplo era que entre mis cuates yo era el único que escuchaba una extraña y fascinante banda francesa llamada Mano Negra (si, ya sé que me engañaba y Mano Negra era un fenómeno mundial, que se le va hacer).

Por esta razón el mencionado día de asqueroso calor que la psycho y su servilleta estabamos combatiendo el calor como podíamos salté de mi cama enojado y sorprendido de escuchar el eco de "mala vida" que entraba por la ventana interior del depa. ¿Quién soaba poner MI música?, ¿Cómo se los podía ocurrir que no habría represalias?. me asomé a la ventana que daba al cubo de luz y entonces percibí con absoluta claridad que la música de "mala vida" venía desde el departamento de enfrente. Aquél era un lugar extraño para mi, donde lo único que podía observar era a un chavo fresa wannabe y un darketo que convivían en aparente armonía. Creo que lo que más me destanteo de la situación era que no sabía cual de los dos especímenes podía estar plagiando ese fragmento de mi identidad musical privada.

Sin embargo, citando a Bugs Bunny, "of course you know these means war". Desmonté mi estereo del librero de mi cuarto y lo acerque ala ventana (sin pensar siquiera en el resto del edificio y su intimidad personal) y puse la misma canción, del mismo disco a toooooodo volumen. ¿Cómo carajos creen que me iba dejar de este tipo quién quiera que fuera?.

La nécdota no terminó ahí, sigue dando frutos hasta la fecha pues después de darme cuenta mediante los gritos de varios vec inos de mi estúpido actuar pude conocer a los dos monitos del otro lado de la ventana y se convirtiéron en dos de mis mejores amigos hasta la fecha. El que escuchó Mano Negra era Món por supuesto y lo curioso es queesa batalla unilateral derivo en el compartir miles de aventuras, gustos alimentiocios, musicales y visiones de la vida.

Me encantó la lección a la Gandhi, yo me desgastaba en estúpidas agresiones y mi "enemigo" ni se enteró...en finnn.

V...1977


En ocasiones suceden cosas que son imposibles o al menos improbables en grado extremo. Si nos detenemos a pensar un momento y reflexionamos seriamente nos podremos dar cuenta que hay un infinito número de casualidades que nos permiten estar aqui y ahora, mirandonos de forma virtual a través de la pantalla de la computadora, respirando.

Si no me extiendo demasiado atrás en el tiempo -olvidemos las causales cósmicas, el milagro de la vida en la tierra y los muchos pasos genealógicos que se tuvieron que dar- podría elegir como mi primer casualidad personal para estar vivo el hecho de que mi papá viniera a estudiar a la ciudad de México para encontrarse a mi mamá o quizá que ella ganó la sanguinaria y cruenta batalla contra Teresita Treviño, una tamaulipeca rubia que pretendía los quereres de mi viejo en la misma época.

Pero no, creo que no...mejor les cuento mi primer llamado para volver al fuego de los infiernos, el día que la firmeza del piso resultó una ilusión.

El escenario era el Acapulco setentero cuando aún no era tan naco irse con la familia a puerto Marquéz y cuando aun no tenía Luismi su casa de playa ahí. Los hoteles aún no eran todos de grandes cadenas y el desmadre era...mas inoceente, creo yo.

Lo de entonces para los adolescentes era irse al revolcadero y rentar una cámara inflable de llanta y dejarse llevar por las olas o caminar por la playa para presumir las patillas largas estilo Starsky y Hutch o el peinado a lo Farrah Fawcett mientras los adultos jugaban dominó o simplemente dormitaban bajo las palapas con una chela en la mano. Pero yo era un enano en mis cinco o seis años por lo que era difernet mi caso, me tocaba seguir cual patito a su mamá pata a mi hermana de tan solo tres años más para apreder por imitación y meterme en líos. Y así andábamos ella caminando con una bikini rosa de lunarcitos blancos y el enano de su servilleta detrás siguiendole religiosamente los pasos a mi idola hermana.

En verdad creo que desde entonces Anita siempre ha estado pendiente de mi acción adoradora, o la falta de la misma, porque de otro modo no me explico lo que sucedió después de eso.

No recuerdo el contexto exacto, tal vez estabamos persiguiendo una pelota o andábamos pensando dónde construir la siguiente efímera fortaleza de muros de arena que debía resistir el embate de las olas y su espuma más de diez minutos. El caso es que caminé esa linea de perpetuo combate entre la tierra y el mar, sin pensar mucho y preocuparme aún menos. En esas estaba cuando mi visión se tornó entre verdosa y café y mi garganta se llenó de una mezcla de lodo de agua de mar y arena silica, me hundí tan rápido que no acerté a saber que sucedía y me entró pánico. Gritar no ear posible y traté de moverme con toda la fuerza de un inexperto cervato que se siente con las fauces del depredador cerrándose sobre él solo para hundirme aún más en el terreno que medio segundo antes parecía firme y estable.

No sé si hice ruido de glub glub o algo así, si la mano que levanté tontamente hacia arriba buscando un asidero fue lo que llamó la atención o si grité algo que no quiero recordar pero de repente en medio de ese ataque de terror, primer demostración de mi fragil mortalidad, la mano de mi hermana me jaló fuera del reloj de arena que se habia producido justo bajo mis pies en plena playa guerrerense.

Me ararstró como pudo fuera de ahí, tosí y lloré probando el aire que volvía mis pulmones sin darme cuenta de lo delicioso que es cada bocanada pues el miedo que aún me envolvía como los rayos de el sol tropical que nos iluminaba no me dejó pensar.

Desde entonces habrán transcurrido treinta años o quizá uno o dos más. Y aún recuerdo esa voz que en medio de todo surgía d emi interior que decía mientras el agua y arena me jalaban a ese lugar hecho a mi medida en el infierno, no saldrás de esta. La voz que desde entonces me acompaña y desde entonces se equivoca invariablemente...hasta que un día las casualidades imposibles e improbables se terminen y se vuelva certera. Entonces no prodré contarlo nunca más y el reloj de arena será el ensayo inicial de la única función de mi muerte.

IV...2002

Cuando se tiene un cuerpo que alcanza el metro ochenta y cinco centímetros aunado a un peso que supera los cien kilogramos en un país cuyo promedio para los hombres es de 1.7 metros y menos de 70 kilos se termina por imponer.

Impones miedo, respeto, ternura (no falta mujer que te vea como un graaan oso de felpa abarazable, por fortuna) y el ambiente te impone incomodidad por los espacios diseñados para humanos con proporciones mucho menores.

La cama es uno de esos sitios específicamente diseñados para que, cuando tienes un cuerpo como el mio o parecido, se te salgan los pies por la noche y no puedas conmpartir facilmente el espacio con alguien más para dormir, amar o echar la hueva. Lo usual era que terminara empujando o tirando a mi acompañante de lecho y terminar solo, como debio ser desde el incio si se hubiera respetado aquella ley de la física que reza: "ningún cuerpo puede ocupar el mismo espacio espacio al mismo tiempo que otro utiliza a menos que se desplace".

El cuerpo en cuestión de esta historia era mi galana de aquellos ayeres, codename La Linda, una chica a la cual le llevaba algo asi como 37 centimetros de longitud y 45 kilos de peso específico. El espacio a llenar era una futón dentro de la casa de Beilis, un futón matrimonial para peor.


La Linda era asi, linda linda. Era petite, de pelo casi del color del oro viejo, ojos grandes y todo lo demás -caderas, manos, senos, labios, horizontes- pequeño y eso era lo que me apabullaba cada vez que a escondidas de sus padres, pero sabiendo que ellos sabían, compartíamos ese futón para pasar la noche juntos. Mi desconcierto se fundaba en la diferencia de tamaños y que su aspecto de fragilidad extrema me dejaba la impresión que en cuanto la abrazara, me girase con todo el cuerpo o simplemente me moviera ella saldría de la cama cual tapón de botella de sidra agitada en el mejor de los casos y en el peor podría levantar cargos en mi contra por abuso físico y golpeador.

Sin embargo "sorpresas te da la vida, la vida te da sopresas, ay dios" diría Rubén. El que terminó al menos media docena de veces en el piso fuí yo pues por estos sentimientos de pánico que el tálamo prenupcial me inspiraba cada vez que la linda acercaba su petitez a mi gordura y pesadez me retiraba unos centímetros por precaución. Aclaro, esto cuando ambos nos encontrábamos entregados a los brazos de nuestro amante compartido -un tal Morpheus- por lo que era totalmente inconsciente de mis acciones hasta que daba con mis huesos en el suelo de dicha sala.

A veces creo que en realidad no hay por que quejarse de todo esto. Finalmente ella tuvo peores noches que yo debido a que por mi exceso de peso (132 kgs en aquellos días) yo roncaba como locomotora y tuve que regalarle unos tapones para los oídos, podríamos decir entonces que estamos a mano...casi.

Las caidas del futón valieron la pena cuando ella usó los tapones y se perdió el espectaculo audible de la vecina del departamento de enfrente cuando hacia el amor. Parecia que la madreaban por sus gemidos...al menos eso me llevé.

miércoles, 8 de agosto de 2007

III...

Al pensar en las grandes decisiones que cambian el curso de la historia uno siempre cae dentro del imaginario épico-dramático heredado por la televisión y el cine de aquellos retratos ecuestres donde un patán enano medio calvo como Napoleón se veía inmenso y grandioso como la pirámides que le servían de fondo. También imaginamos el umbral líquido que es el Rubicón y a julio César mirando con cuidado ese riachuelo que marcaba la frontera entre la galia cisalpina y la península Italiana. Podemos ver al célebre revolucionario romano decir tras un momento de duda "alea jacta est" y dar la orden a sus legiones para avanzar sobre Roma.
Mi Rubicón privado resultó mucho más vulgar. Fue una simple puerta automática corrediza al final de la sección de aduanas del aeropuerto internacional de Ezeiza en Buenos Aires y la verdad es que mi aspecto debe haber haber sido mas cercano a cualquier hijo de vecino que al calvito Julio o al enano emperador francés de las pinturas.

LA ESCENA
Me encontraba sentado sobre uno de esos maletas de manta cilíndricas estilo militar llena de ropa húmeda, vestido igualmente de pantalón verde militar arrugado por la travesia de casi 24 horas entre la tierra Azteca y la pampa austral. Completa el cuadro un pelo enmarañado y sucio y un suéter negro de cuello de tortuga comprado en Zara lleno de agujeros en las mangas, detalle que no noté hasta que Inés me lo indicó.

El caso es que me encontraba ahí pensando que hacía yo a casi quince mil kilómetros de distancia de todo lo que conocía hasta ese momento, a punto de pasar a la sala de llegadas para conocer a una mujer que me había fascinado a través de muchísimas cartas virtuales y llamadas teléfónicas por ocho meses.

¿No habrá la posibilidad de que tome el mismo avión de regreso?, pensé muy valiente.

¿Qué gano haciéndome el tonto , si ya sabemos que estas historias de película romántica barata hollywood-style nunca salen bien?, rematé.

EL PASO DE LOS ANDES

Tras 20 minutos de cavilaciones me levanté de mi húmedo asiento tras tomar una decisión, y emulando al famoso procér que cruzó los Andes me enfilé a la puerta de salida para ver a Inés en carne y hueso por primera vez (aclaro que en ese momento no tenía ni idea de la gesta de San Martín así que la comparación es totalmente espuria).
Una vez cruzado mi rubicón la ví, vestida de cuello alto y algo que yo conocía como falda pero con el tiempo ella me explicó que se llamaba pollera. Linda sonriente y nerviosa, con el cabello oscuro enmarcandole unos ojos cafés claro, profundos e inteligentes.
Nos acercamos y de forma natural construimos un abrazo que durante años habíamos tenido guasrdado sin saberlo en el fondo de nuestros cuerpos. Muchos minutos pasaron así hasta que esa mujer que apenas había tomado forma en este plano de la realidad me pidió que le dijera algo, lo que fuera para probar que si era yo.

¿Qué quieres que te diga osita?

El Rubicón había quedado atrás, los Andes eran solo un recuerdo lejano y a partir de ese momento la planicie de la pampa se extendió ante mi. La historia del mundo, mi mundo, había cambiado sin derramamiento de sangre para nunca volver al pasado.

martes, 7 de agosto de 2007

II...


1987


Por una atinada sugerencia del Dr Shoup


Y ahí estaba el estante, lleno de esos sobre de cartón que en su interior guardaban con celo los delicados discos negros de vinil. Los discos Long Play de 33 rpm´s que tanto me gustaba escuchar en la consola anacrónica que apañaba la mitad de la sala en casa de mis viejos.


La fecha...creo que fue 14 de julio de 1987. Yo aún tenía la resaca infantiloide de haberme quedado hasta muy tarde tratando de ver el concierto Live Aid en la tele mientras en toda la casa la locura de la tornaboda de Bety se empeñaba en impedirmelo a como diera lugar. Creo que aguante hasta las once de la noche antes de que mis párpados se dieran por vencidos.


Pero eso había sido el día anterior y este día mi papá había decidido al despertarnos todos que, a la mejor uzansa de Pepe el Toro -yo digo y los demás obedecen-, que nadie iba cocinar, recalentar o trabajar esa mañana y que para desayunar mejor sería trasladarse al camino a Cuernavaca a comer las infaltables quesadillas (queca es un vocablo que yo escuché años después).


Tras tremendo atracón de hongos, queso, papa, chicarrón prensado y Huitlacoche el primogénito y el benjamin de mis padres huímos rumbo algún otro lugar con el afán de volver a encontrar nuestro reflejo diario en las vidrieras de las tiendas de discos y así terminar de una vez con tanto jolgorio matrimonial.


Y eso hicimos, él con su melena larga y su metro noventa y uno Yo con mi crte de casquete corto 100% ñoño, y mi...metro cuarenta tal vez.


Fue en ese memonto que Toño me hizo un gran favor y al mismo tiempo me perdió como pupilo musical, aunque ninguno de los dos nos diéramos cuenta de las telúricas consecuencias de nuestro actuar. "Escoge uno, te lo disparo" dijo y ahí comenzó esto.


Yo, que había sido arduamente educado en la mejor disciplina musical del Hard-Rock y el Metal de los 70 y 80 (Judas, Deep Purple, Led Zeppelin, etc) por parte de el mismo hermano que ahora me regalaba este disco empecé a volverme un adicto al rock castellanizado a partir de ese momento pues elegí Rock & Rios como mi primer LP que no fue heredado o regalado sin tomarme la opinión.


Y de ahí nunca dejé de cantar la chilanga banda, Sin aliento, La negra Flor, y muchos más para verguenza eterna de mi hermanote.


"Los viejos roqueros, nunca mueeeereeeen..."