lunes, 29 de marzo de 2010

Los cielos esta semana...II

Algo me sigue a donde quiera que vaya, si no me muevo de este lugar frente a la ventana de mi casa me mira siempre de frente. Me espera fuera de los edificios, lo he atravesado de forma constante sin sentirme parte de él en realidad y se asoma por cada rendija que las edificaciones tienen entre bloques de ladrillo y cemento de las paredes.

El cielo, como ya les dije en otro post, es algo que encuentro fascinante. Pero de una forma errónea aseguré hace unas semanas que los cielos de esta semana, la semana que sea en la que estoy viviendo, necesitan ser cielos novedosos en localización geográfica para que pueda apreciar plenamente su permanente mutación y el despliegue de sus posibilidades infinitas, cielos de otros lugares, cielos de viajero.

Por supuesto que lo que estoy escribiendo hoy es un desmentido de esa idea, mi propia fe de erratas que terminó golpeandome la cabeza. Podría regresar al menú de posibilidades de Blogger y borrar esa entrada o simplemente reescribirla para tener una coherencia en las letras que no poseo en realidad pero eso sería una deslealtad conmigo mismo con la que prefiero no vivir mi vida bloguera.

Hoy llovió, algo que es tan común en ciudad de México que ya no despierta ninguna emoción, quizá hartazgo y miedo en algunas ocasiones particulares.

Acaso se filtra el hecho dentro de las noticias si se inunda el periférico o si los jefes de noticias tienen suerte y el dique del Canal de la Compañia o de Chalco se rompe y pueden reportar con su característico alborozo sadista una "nueva inundación de aguas negras".

A un nivel mas íntimo el agua que cae del cielo sólo nos sirve en nuestro día a día para conversaciones en las que nos quejarnos al hablar del cambio climático o el paraguas que olvidamos en casa, nada más.

Pero el cielo nuevamente me demostró, hombre de poca fe, que mamá naturaleza nos tiene sorpresas para todo tipo de lugares y momentos. Y es que, tras una lluvia más bien flojona y medio de hueva, una de esas lluvias que son totalmente olvidables y nunca llegan a la primera plana de los diarios, pude ver que tras la caída de agua el cielo café grisaceo de la ciudad de México partido en cuatro secciones más o menos regulares gracias al espectáculo de dos arcoiris que cruzaban de lado a lado toda la parte visible de la bóveda celeste. Uno de ellos se pintaba de forma nítida y espectacular, tan claro que parecía que alguien había lanzado en con ánimo de fiesta una tira larga y brillante de caramelo hacia arriba y esta se había pegado al techo del mundo. El segundo era tímido, casi transparente pero igual de bello. Tela de gaza que flotaba sin ondularse ni perder su forma.

Ahora que recuerdo esto, creo que podríamos hablar de arcoiris Yin-Yang. Evitemos malentendidos, no es que el brillante fuera masculino y el tímido femenino, no seamos simplistas. Pero si piensan en el símbolo de estas dos fuerzas que equilibran el universo para tantas personas podrán percatarse que cuando una de las dos es dominantes la otra es mucho mas pequeña y discreta, no desaparece sino que está opacada.

Así eran mis arcoiris, uno dominando y el otro empequeñecido pero ingual de presente.

Las foto de estos dos hermosos seres de luz las tengo en mi cel y aun no sé muy bien como subirlas en mi computadora así que despues se las mostrré...

Pero pierdo el punto, tras la visión del cielo color agua puerca cortado en cuatro por esos listones de luz mi día en el trabajo fue mucho mas llevable, menos duro y más esperanzador.

Y el cielo, sonreía ante mi asombro. Esos dos arcoiris fueron como la palmada de un amigo que mientras dice: "¿ves que siempre te puedo sorprender?".

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