martes, 21 de agosto de 2007

V...1977


En ocasiones suceden cosas que son imposibles o al menos improbables en grado extremo. Si nos detenemos a pensar un momento y reflexionamos seriamente nos podremos dar cuenta que hay un infinito número de casualidades que nos permiten estar aqui y ahora, mirandonos de forma virtual a través de la pantalla de la computadora, respirando.

Si no me extiendo demasiado atrás en el tiempo -olvidemos las causales cósmicas, el milagro de la vida en la tierra y los muchos pasos genealógicos que se tuvieron que dar- podría elegir como mi primer casualidad personal para estar vivo el hecho de que mi papá viniera a estudiar a la ciudad de México para encontrarse a mi mamá o quizá que ella ganó la sanguinaria y cruenta batalla contra Teresita Treviño, una tamaulipeca rubia que pretendía los quereres de mi viejo en la misma época.

Pero no, creo que no...mejor les cuento mi primer llamado para volver al fuego de los infiernos, el día que la firmeza del piso resultó una ilusión.

El escenario era el Acapulco setentero cuando aún no era tan naco irse con la familia a puerto Marquéz y cuando aun no tenía Luismi su casa de playa ahí. Los hoteles aún no eran todos de grandes cadenas y el desmadre era...mas inoceente, creo yo.

Lo de entonces para los adolescentes era irse al revolcadero y rentar una cámara inflable de llanta y dejarse llevar por las olas o caminar por la playa para presumir las patillas largas estilo Starsky y Hutch o el peinado a lo Farrah Fawcett mientras los adultos jugaban dominó o simplemente dormitaban bajo las palapas con una chela en la mano. Pero yo era un enano en mis cinco o seis años por lo que era difernet mi caso, me tocaba seguir cual patito a su mamá pata a mi hermana de tan solo tres años más para apreder por imitación y meterme en líos. Y así andábamos ella caminando con una bikini rosa de lunarcitos blancos y el enano de su servilleta detrás siguiendole religiosamente los pasos a mi idola hermana.

En verdad creo que desde entonces Anita siempre ha estado pendiente de mi acción adoradora, o la falta de la misma, porque de otro modo no me explico lo que sucedió después de eso.

No recuerdo el contexto exacto, tal vez estabamos persiguiendo una pelota o andábamos pensando dónde construir la siguiente efímera fortaleza de muros de arena que debía resistir el embate de las olas y su espuma más de diez minutos. El caso es que caminé esa linea de perpetuo combate entre la tierra y el mar, sin pensar mucho y preocuparme aún menos. En esas estaba cuando mi visión se tornó entre verdosa y café y mi garganta se llenó de una mezcla de lodo de agua de mar y arena silica, me hundí tan rápido que no acerté a saber que sucedía y me entró pánico. Gritar no ear posible y traté de moverme con toda la fuerza de un inexperto cervato que se siente con las fauces del depredador cerrándose sobre él solo para hundirme aún más en el terreno que medio segundo antes parecía firme y estable.

No sé si hice ruido de glub glub o algo así, si la mano que levanté tontamente hacia arriba buscando un asidero fue lo que llamó la atención o si grité algo que no quiero recordar pero de repente en medio de ese ataque de terror, primer demostración de mi fragil mortalidad, la mano de mi hermana me jaló fuera del reloj de arena que se habia producido justo bajo mis pies en plena playa guerrerense.

Me ararstró como pudo fuera de ahí, tosí y lloré probando el aire que volvía mis pulmones sin darme cuenta de lo delicioso que es cada bocanada pues el miedo que aún me envolvía como los rayos de el sol tropical que nos iluminaba no me dejó pensar.

Desde entonces habrán transcurrido treinta años o quizá uno o dos más. Y aún recuerdo esa voz que en medio de todo surgía d emi interior que decía mientras el agua y arena me jalaban a ese lugar hecho a mi medida en el infierno, no saldrás de esta. La voz que desde entonces me acompaña y desde entonces se equivoca invariablemente...hasta que un día las casualidades imposibles e improbables se terminen y se vuelva certera. Entonces no prodré contarlo nunca más y el reloj de arena será el ensayo inicial de la única función de mi muerte.

No hay comentarios: